lunes, 3 de marzo de 2008

En duro camino ha caído, a buen guía ha elegido.

El sonido de los pasos hacía eco en la oscura penumbra de sus pesadillas…

La niebla espesa se fundía en un solo tono que se arrastraba junto a cada paso que intentaba dar. Su bella cabellera negra, con brillo blanco como plata se ondeaba ante una leve brisa que brotaba directo hacia su cara. Sólo estaba iluminada ella y la niebla que pisaba; el resto estaba en la penumbra. Apenas si sus ojos podían notar sus manos cuando las ponía frente a su rostro.

La puerta que jamás vio, se cerró tras de ella. Giró y con las manos se aventuró a entrar en la penumbra buscando la perilla para abrir la puerta. Sabía que estaba encerrada y que debía escapar de alguna manera. Sus pasos solo le habían llevado entre la penumbra a un encierro oscuro y lúgubre. Su mirada le había cegado y sus manos estaban hiriéndose entre las espinas rodeadas por la oscuridad que no le permitía ver las manos. Sentía como se rasgaban y ardían, pero no veía absolutamente nada mientras intentaba abrir la puerta.

Se arrodilló ante su impotencia. La niebla llegó a tapar casi hasta su pecho… Hacía tanto frío… como si un millón de dagas tocaran tu cuerpo y lo hicieran llenarse del dolor del que la piel solamente sería llena de castigo. Agachó la cabeza y se abrazó, intentando con ello, inútilmente darse calor a sí misma. Pronto la invadió la desesperación ante tal frustración. Llena estaba ya de dolor ante el frío, la penumbra y la impotencia. Simplemente había una opción: dejar salir al llanto…

Cada lágrima ardía como una herida que ella misma había provocado con su puñal de ego y avaricia. Notó que sus lágrimas eran sangre roja viva y que su ardor cada vez se hacía mayor. ¿Hay mayor sentimiento que el del arrepentimiento? ¿Existe mayor deseo que el de volver a empezar?

Las lágrimas sangrientas hicieron un charco bajo sus rodillas y a su alrededor. ¿Tan grande es el sentimiento? Desangras todo tu cuerpo cuando te quieres hacer tú solo un bien…

Algo cambió. Una delicada y cálida mano tras de sí, tocó su espalda. Era evidente que otro ser vivo existía en medio de tan solitaria escena… Giró suavemente, con temor a errar de nuevo. Sus manos estaban ensangrentadas por completo. El brote de sus lágrimas no cedía; su dolor era muy grande. Giró y vio como la niebla se disipaba conforme el charco de su dolor avanzaba hacia delante formando un camino rojizo. Estaba todo iluminado, como para caminar con plena seguridad sobre él. Notó como la niebla se abría como si alguien abriera el paso para el camino de sangre. Era ese el rastro de su debilidad, pero ¿quién le abría paso?

Decidió ir por aquella única senda que había en medio de la penumbra. Corrió tratando de alcanzar, era difícil, sentía que resbalaría a cada paso que daba. Debía andar con cuidado por aquel charco que estaba iluminado y sin niebla. Se mantuvo firme, sin caer en la penumbra de la que salía una ráfaga de viento fuerte, como si de abismo se tratase.

Una ráfaga la logró sacudir desde la oscuridad. Cuando se vio en la caída, el camino se detuvo. Una mano cálida la agarró de la suya, y la levantó. Era un hombre apenas visible que expedía tan bella presencia como calidez. Le abrazó como si su padre fuera. Y él le agarró con fuerza; la cargó y ella le permitió llevarla por el camino. Ya no había dolor, ya no había oscuridad. Todo se hizo visible y seguro. Descansó en Él y simplemente vivió al fin…


Carlos Cuervo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente...excelente...es interesante lo que logras hacer con cada detalle que le dedicas al escrito...bella forma de ver lo que hace Cristo con nosotros...congratulations!

Anónimo dijo...

pos pa' que dejame decirte que esta vez lei todo, y waw, de verdad es muy buena, dejame felicitarte por tan gran arte, y sobre todo por tan gran don... esta excelente y pos ya sabes no??' en lo que quedamos, y en tu perfil falto que me mensionaras a mi.... jijij mentiras, y de verdad muy bueno tu escrito....